Génesis 50: 19-20 “… José les respondió: No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos? Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas.”
Ser malinterpretado y despreciado por nuestros seres queridos; ¿podrá algo doler más que eso? Los hermanos de José lo envidiaron tanto que, luego de tramar su muerte, acabaron vendiéndolo como esclavo. Tiempo después José llegó a ser primer ministro del Faraón, encargado de distribuir los alimentos en tiempos de hambre.
José nos enseña a no guardar rencor por el mal que nos hacen; a no angustiarnos sino a confiar. Tú y yo no nos vengamos sino que perdonamos. No renunciamos a nuestro sueño sino que persistimos. Esperamos en Dios y le buscamos, sabiendo que toda roca que nos tiran para aplastarnos, Él la transforma en peldaño que nos eleva a nuestro Destino.
Ora conmigo; Padre de Amor, hoy yo renuncio al rencor y a la venganza. Perdono el mal que me han hecho y confío en Ti, sabiendo que todo me ayuda para bien, rumbo a mi Destino. En el Nombre de Jesús, amén.
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